Por Paul Germon para el BNVCA


España se sueña matador del yihad, pero se ejercita sobre otro blanco: los judíos.
Porque no se trata de hechos aislados. Desde hace años, los incidentes antisemitas se multiplican en su suelo: sinagogas profanadas, grafitis de odio en los muros, insultos en la calle, agresiones en los estadios, eslóganes vociferados en las manifestaciones. Una banalización que lo dice todo: el antisemitismo ha vuelto a ser en España un reflejo cultural tolerado, casi banal.
Luego vino el caso Vueling: adolescentes judíos, tratados como ganado, expulsados de un avión low-cost entre las burlas de una sociedad y la indiferencia de las autoridades. A esa humillación, su ministro de Transportes añadió sus propias declaraciones antisemitas, como si la vergüenza nacional no bastara.
Y la Vuelta: lo que debía ser una fiesta deportiva se convirtió en pesadilla. Etapa tras etapa, incidentes graves, provocaciones inéditas, un odio antiisraelí asumido. Todo ello, señor Sánchez, bajo sus ánimos previos, como si bendijera de antemano el desorden. Y al término de esta mascarada, tuvo la indecencia de felicitar a esos instigadores del odio, dando a España una imagen indigna ante el mundo entero.
Y luego, el colofón: sus declaraciones alucinantes sobre la bomba atómica que España no tiene, pero que habría lanzado sobre Israel si la hubiera tenido. Ya no es una torpeza, es una confesión. La confesión de un jefe de gobierno que, en el fondo, quizá habría querido entrar en la Historia como un Dr. Strangelove español del siglo XXI, soñando con hongos atómicos para disimular la impotencia política.
Planteemos entonces las verdaderas preguntas: después de las palabras y las cobardías, ¿cuándo llegará su «Noche de Cristal» — Noche de los Cristales Rotos? Y sobre todo: ¿Pedro Sánchez contempla ya la construcción de campos de concentración con cámaras de gas tecnológicamente actualizadas?
Su España, señor Sánchez, no combate el yihad. Lo acaricia, lo absuelve, lo disculpa. Al toro no lo enfrenta: lo halaga. Su único blanco, cómodo e inmemorial, es el judío.
La Historia juzgará. Y juzgará duramente: no a un matador heroico, sino a un prestidigitador siniestro, que creyó halagar a la multitud señalando al judío como víctima expiatoria.
Pedro Sánchez quedará como aquel que quiso hacer de España el matador del yihad versión Tercer Reich.
© Paul Germon para El BNVCA

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